lunes, 5 de diciembre de 2011

Servicio de Informaciones: ¿Odiamos realmente a ese lugar?

TRABAJO FINAL

“Cuando entrabas  te decían: ‘llegaste al infierno’; y después te decían que estabas en el purgatorio, ‘porque nosotros podemos decidir si vivís o no vivís’…”, explicaba Eduardo Vivono, víctima de la Dictadura Militar.

El Servicio de Informaciones (SI), esa antesala, o sala de espera de la desaparición o muerte. Edificio escalofriantemente grande, situado en San Lorenzo y Dorrego, lugar donde, desde 1976 hasta 1979, funcionó como centro clandestino de detención a cargo de Agustín Feced, comandante de gendarmería. Allí se alojaron entre 1800 y 2000 secuestrados de la ciudad de Rosario y alrededores.

“El lugar es un lugar, hoy, abandonado, sórdido. En su momento estaba organizado en función de sectores donde estaban las partes propiamente de los interrogatorios, las partes donde la gente post interrogada quedaba y la parte de una transición donde estabas o esperando ser interrogado o ya habías sido interrogado y los dejaban ahí. De ahí en general, la mayoría era una estancia relativamente corta y después  vos ibas a la cárcel. En el caso dela gente de Rosario terminaban yendo en una primera instancia a la cárcel de Zeballos y Richieri, y de ahí a Coronda”, relataba Eduardo Seminara, preso político entre 1976 y 1982 y actual querellante de la Causa Díaz Bessone.

 “Y por acá entrábamos, subías la escalera, va, te subían la escalera… si alcanzabas a pisar dos escalones en todo el recorrido tenías suerte. Te subían a patadas, si pisabas dos escalones de todo esto eras un tipo afortunado”, así describía Vivono la entrada al lugar.

“El Pozo”, así le llamaban a la parte del centro donde se retenían a los detenidos. Se entraba a las personas por una puerta que da a calle Dorrego. La estructura del lugar era bastante amplia, casi laberíntica. Escaleras que subían y bajaban. Alcaidía, la Fabela, la rotonda, la sala de armas, oficinas… 

La Fabela era una “gran habitación”. Se ubicaba arriba de todo. Las personas detenidas tenían, en lo común, entre 17 y 25 años. Venían de la militancia de las distintas universidades. Se pasaban los días sentados uno al lado del otro, con las manos atadas y los ojos vendados. Se amontonaban alrededor de 100 personas en una habitación diminuta. Y así pasaban los días… Carlos Perez Rizzo, otra víctima de aquellos años, contaba un poco de su experiencia diciendo: “Acá generalmente estábamos atados. Estando ahí yo sentía que pasaban con toda la ferretería. Pasaba alguno y te cagaba a puñetes. Escuchabas la tortura de todos, cuando los sacaban, los torturaban… TODO. Cuando no tratabas de recuperarte, o reponerte, tratabas de registrar todo lo que pasaba. Los compañeros que estaban acá eran los que todavía estaban en dudas a ver si quedaban vivos o no. Podías salir o podías ir debajo de todo donde supuestamente estabas reconocido. Eso lo definía Feced y el servicio de inteligencia del ejército…”.

¿Y el recreo? “No había, a veces, cada un par de días… porque acá había sarna… entonces, cada 2 por 3, cada 3 por 4 más que cada 2 por 3, nos bajaban y nos bañaban, para limpiar acá. Entre comillas, el recreo era irse a bañar abajo”. Va, para mí el recreo era que no me castigaran…”, seguía relatando Perez Rizzo.

Uno se pregunta qué pasaba puertas para afuera. ¿Los vecinos?, ¿La gente que pasaba por ahí? sabían, no sabían… sabían pero callaban. La paradoja estaba en la ubicación del SI en una de las zonas más emblemáticas de la ciudad, zona comercial, zona de la burguesía. Hoy, el corazón del poder económico y político de Rosario. Todavía, esa gente no habla, por miedo, o vaya a saber uno porqué. “Te ponían música fuerte, o encendían el motor de algún camión para que no se escuche desde afuera… Esto tomaba dimensiones enormes por la distancia con el afuera. Te parecía que el afuera estaba tan lejos, pero en realidad estaba ahí no más, a unos metros de la calle… Pero lo que estaba tan lejos era lo psicológico, digamos, la distancia con la libertad”, explicaba nuevamente Vivono. “No al pedo era el hecho de estar vendado. Te quita al paso de las horas la relación espacio- temporal”, agregaba Seminara.

Pasaban las horas, los días los años. Siempre la misma gente, algunos más, algunos menos; ya era como una gran “familia”. Aislados. Reprimidos. Se reconocía a los demás compañeros por la voz. Se intentaba constantemente imponer terror, miedo. “En ese rincón me dieron una charla del bueno… si te portas bien no te pasa nada… La idea era el verdugueo, la incomunicación total y que te sientas aislado y derrotado todo el tiempo”, declaraba el mismo Vivono. Y ese terror constante hacia funcionar un perverso sistema en el cual muchas víctimas pasaban a ser victimarios. Comenzaban a colaborar con los militares para proteger su propia existencia. Efectuaban comportamientos en contra de otros compañeros, dejaban de ser solidarios con ellos. Para estas personas era la única forma de supervivencia. Al colaborador se le concedían ciertos “privilegios”, sobre todo, evitaban la tortura. Este es el caso de Chomicky, actual acusado, uno de varios.

“Alcaidía”. Así se llamaban a la parte de abajo, donde se encontraban detenidas las mujeres. “Este lugar, desde el punto de vista físico, es el más feo; pero desde el punto de vista anímico es el más agradable. El lugar más feo, mas deslumbrado, mas hecho mierda, pero cuando a vos te bajan acá, sino era solo a bañarte, porque si te bajaban a bañarte realmente podías pensar que te sacaban para matarte, pero si bajabas y te instalaban en este lugar, este lugar feo era el paraíso. Era como tener el primer paso a la vida. Era pensar a creer que podías vivir. Salir del purgatorio y venir acá se suponía que te ‘legalizaban’. Eras un preso, no un detenido desaparecido, ‘chupado’. Entonces este lugar, por más feo que sea era el lugar que mejor te ponía anímicamente porque tenías una esperanza de vida…”. En este lugar los detenidos comenzaban a tener visitas, los familiares ya sabían que la persona estaba presa ahí.

Y así, algunos trasladados a cárceles, otros sobrevivientes, muchos muertos y otros desaparecidos, ese lugar deja atrás una larga historia. Una historia, para cada uno, única e irrepetible. Por suerte. “Y te digo que te quedas un instante solo y se te vienen 25 millones de imágenes y de caras y recuerdos…”, seguía contando Vivono.

Servicio de Informaciones, hoy, 35 años después, conocido como la “Plaza Cívica” es una sede de delegación del Gobierno de la Provincia y considerada patrimonio de la ciudad. Allí se puede ver el Mural por la Verdad y Memoria, homenajeando a los detenidos desaparecidos durante la dictadura militar. “¿Odiamos realmente a ese lugar? Sé que odié a los hombres que me verduguearon, sé que odié las rejas que me separaron de la libertad, al régimen injusto y aberrante que me impidió abrazar a mis seres queridos cuando más los necesitaba. Pero no odié a ese edificio que fue, de alguna manera, nuestra casa, nuestro territorio… Los muros lloran y nosotros reímos, simplemente, porque seguimos caminando…”. (Obra Colectiva Testimonial, Del Otro Lado de la Mirilla)


Martina Molina.

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